miércoles, 30 de noviembre de 2011

Importancia de la Puntualidad

Estudiando la Mediumnidad MARTINS PERALVA
http://www.espiritismo.es

XII
PUNTUALIDAD
Transcribimos, literalmente, las palabras iniciales del capítulo “Asimilación de corrientes mentales”, de la página 41 de “En los Dominios de la Mediumnidad”:
“Faltaban solamente dos minutos para las veinte horas, cuando el dirigente espiritual más responsable hizo su entrada al pequeño recinto.”
He ahí una observación de capital importancia para los que dirigen o componen, en calidad de médiums o colaboradores, núcleos de trabajos prácticos de Espiritismo.
¡Puntualidad!
¡Hora exacta para el inicio de las tareas, sin olvido de la preparación que nos compete, mientras aguardamos el momento de las santas labores de la mediumnidad con Jesús!
Vimos que solamente dos minutos antes, el dirigente espiritual hizo su entrada en el recinto.
Imaginemos, ahora, que aquél elevado instructor se encontrase, como a veces ocurre, con un grupo heterogéneo de encarnados alborotadores e irresponsables, comentando cada uno a su modo, resaltando, muchas veces maliciosamente, los acontecimientos del día de ningún interés para los trabajos de la noche.
Imaginemos la posición del dedicado benefactor, que tras concluir en otros sectores,
encargos respetables, comparece, noble y digno, para los servicios preparados, y encuentra compañeros negligentes y descuidados, ruidosos e inconvenientes, comentando asuntos de naturaleza exclusivamente material; unos médium que llegan ahora, otros más tarde, el dirigente descontrolado, censurando a unos y a otros, contribuyendo, más aún, para la desarmonía psíquica del ambiente.
¿Será que entidades tan venerables, con semejantes quehaceres por realizar, investidas de tan santas responsabilidades y comprensión de los deberes continuarán en una auténtica “predicación en el desierto”, asistiendo a núcleos que funcionan en la base de la negligencia y de la irresponsabilidad?
Tenemos nuestras dudas a este respecto.
Nos es imposible creer que Espíritus realmente superiores participen de la indisciplina que es propia de nosotros, cooperadores encarnados, de modo general.
Hay grupos que, por ejemplo, tienen el inicio de sus trabajos marcados para las veinte horas y, no obstante, por este o aquél motivo, tales servicios comienzan a las veinte treinta y, a veces, hasta más tarde...
¿Será que los Buenos Espíritus, cuyos instantes, en la Espiritualidad, son contados y aplicados en la ejecución de programas ennoblecedores, no solamente a beneficio de los otros, más de sí mismos, ya que están sujetos, igualmente, a programas de aprendizaje, recibiendo instrucciones en sectores especializados? ¿Será que Espíritus de esta categoría soportarán,
indefinidamente, la ausencia de responsabilidad que todavía se verifica en muchos núcleos, donde la comprensión más elevada del servicio de intercambio constructivo entre los dos planos, aún no se logró del todo?
Que ellos soporten algún tiempo, lo creemos; pero indefinidamente, no lo podemos creer.
El hecho de que el hermano Clementino llegue a las veinte horas menos dos minutos, nos muestra, claramente, cómo el problema de la puntualidad es tomado en serio en el Espacio, lo que, además, es muy lógico y racional, ya que entre los encarnados responsables exista el gusto y el cultivo de la puntualidad.
Un núcleo espírita de trabajos mediúmnicos o doctrinarios que inicia los servicios hoy a las veinte horas, la semana siguiente a las veinte treinta y, así, sucesivamente sin el más elemental
sentido de la puntualidad, no puede, evidentemente, esperar la asistencia de Espíritus Superiores, pero sí de Espíritus dotados de ideas y “programas” equivalentes a los de los propios componentes de tales núcleos.
Colocamos la palabra programa entre comillas, porque existen programas de todo tipo,
incluso para destruir...
Cuando entramos en un Centro Espírita, dejemos fuera la desidia y la irresponsabilidad.
Un templo espírita es un santuario de oración y trabajo.
Un recinto donde se realizan servicios mediúmnicos, es el altar de este santuario.
Al ocupar el lugar que nos corresponde, iniciamos enseguida la preparación que nos
compete, a través del silencio y de la meditación superior, de la oración sincera y de la concentración, para que, alimentando nuestras mentes de fuerzas superiores, creemos a los trabajadores del Espacio un clima de armonía que ellos esperan, desean y necesitan.
Si deseamos valorar nuestro trabajo, debemos honrarlo por el respeto y la sinceridad de propósitos, atrayendo, así, las atenciones y el amparo de entidades respetables.
Si, entre tanto, deseamos conducir los servicios mediúmnicos con aquél espíritu de
frivolidad que caracterizó la observación de los fenómenos en los aristocráticos salones en la Francia del siglo XIX, continuemos realizándolos sin método y sin espíritu de misericordia, sin
caridad y sin elevación de propósitos, quedando, mientras, ciertos de una cosa: las entidades de la sombra comandarán tales servi

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